Te arrojas del árbol, a un verde
por mi tan solo me queda reír.
Que mueran de envidia al verme
pasear por tu pueblo prendido
a tu mano. Que muerdan sus lenguas
si quieren hablar de nosotros
no existe el pecado. No oigas a
nadie que no soy tan cruel
y ni se te ocurra crecer.